La Constitución del 92 y su significado

Por Tadeo Zarratea, convencional del 92

Mucha gente no comprende el significado de la Constitución del 92, lastimosamente. Hoy, con motivo del aniversario N° 19 de su promulgación, me propongo considerarlo brevemente. En primer lugar no debemos dudar para afirmar que es el instrumento jurídico y político que, en el Paraguay, instituyóLA REPÚBLICA. Si bien es verdad que el Paraguay se ha autoproclamado desde su independencia como “República” y no ha buscado adoptar otro sistema político, la tal “República” no fue instituida hasta el 19 de junio de 1992. Como nación fue independiente, pero el Estado Paraguayo no adoptó el SISTEMA REPUBLICANO, que es un sistema político con tres Poderes independientes pero articulados de modo orgánico y con funciones bien definidas. La República, a diferencia de la Monarquía, no se halla gobernada por una persona sino por la ley, por un administrador que ejecuta la ley y por un tercer Poder que controla si el Poder administrador y los ciudadanos se ciñen o no a la ley. Para el efecto la República requiere de un Poder Legislador permanente, un Poder Ejecutivo obediente a la ley y un Poder Judicial independiente de estos poderes políticos para ejercer el control del acatamiento a la ley.

El Paraguay fue gobernado, virtualmente, por un solo Poder entre 1811 y 1992 (181 años), y no solamente porque fueron instauradas las dictaduras del Dr. Francia y los López, sino porque la Constitución de 1870 y todas las posteriores  le han dado al Poder Ejecutivo la potestad de disolver el Parlamento; luego, no existió un Poder real en el ámbito legislativo, sino un órgano dependiente de la voluntad del Presidente de la “República”, el cual en cualquier momento podía declarar y declaró en muchas ocasiones la disolución del “Parlamento”. Y un “Poder” que puede ser disuelto por el otro Poder, no tiene el valor de tal; es mera mascarada.  En cuanto al Poder Judicial, recuérdese que hasta la presidencia del Gral. Rodríguez, el Presidente nombraba y removía a mera voluntad al Presidente de la Corte Suprema, a sus miembros y a magistrados y jueces de todo país (que hasta entonces no era República). La Constitución del 92 declara la indisolubilidad del parlamento; prohíbe su  disolución y sanciona severamente al gobernante que pretenda hacerlo. Con esto quedó instituido EL PODER LEGISLATIVO en el Paraguay, y además la misma carta magna declara enfáticamente LA INDEPENDENCIA, AUTARQUÍA Y AUTONOMÍA DEL PODER JUDICIAL. Y es allí, el 20 de junio de 1992, que el Paraguay se convirtió en REPÚBLICA.

Varios fueron los factores concurrentes para que esto ocurriera, pero muy especialmente la larga dictadura padecida. De ese desgraciado régimen las fuerzas políticas salieron hermanadas, valorando todas, aunque en distintas medidas, la libertad, los derechos humanos y los derechos civiles y políticos de los ciudadanos. Además, el 92 se encuentra en una época de encrucijadas ideológicas. El socialismo acababa de sufrir su catastrófico fracaso con la implosión del bloque soviético; el liberalismo aprendió por fin que la mera libertad, sin protección del más débil, no asegura la igualdad sino que la traiciona, y al nacionalismo (esa ideología ambigua que como una mujer ligera se acuesta con todos) se le rompieron sus esquemas con la caída de todas las fronteras. Entonces, todas las fuerzas políticas paraguayas se encontraban con la necesidad de encontrar caminos y la constituyente  fue el escenario perfecto para la concertación de un gran pacto de unidad nacional y para diseñar, por fin, un Estado republicano y democrático de derecho, con énfasis en la persona humana como sujeto de todas las actividades del Estado, con la consagración real de los derechos humanos; en suma, instituimos los paraguayos un Estado Social de Derecho para bien de la nación.

Es difícil que se vuelva a dar en la historia un momento tan propicio como aquel. Cuando todas las estanterías ideológicas tambalearon la gente empezó a buscar nuevos rumbos.  Todos nos sentíamos como huérfanos abandonados en el campo. Los personajes endiosados por la dictadura se vieron de repente convertidos en delincuentes; las víctimas se convirtieron en héroes, los luchadores recibieron el reconocimiento de la sociedad. Se trastocaron todos los valores políticos. Yo llegué a la Convención Constituyente con una tremenda fobia hacia los colorados por el largo e incondicional apoyo que prestaron a la dictadura. Tenía ganas de gritarles con estas palabras dedicadas por el poeta español Miguel Hernández a los franquistas: “Cobardes de piel cobarde/ y de corazón de caña: ¡Nos sentís el llamamiento de las vidas derramadas! ¡No os avergüenza ver/ en tanto lugar de España/ a tanta mujer serena/ bajo tantas amenazas!”. Sin embargo, pronto me curé de esa fobia al descubrir, con asombro, que los dirigentes de base fueron tan víctimas de la dictadura como yo, porque en dictadura son víctimas por igual corifeos, propagandistas, torturados y torturadores. Es un fenómeno demencial. Comprendí que aquellos modestos dirigentes de base no fueron los responsables del sometimiento de su Partido y de su utilización. No declaraban su vergüenza pero ni falta hacía, porque se veía en ellos cuando, juntos conmigo y con todos, buscaban el mejor camino para el país por el bien de sus hijos. Nos dimos las manos. Nos hermanamos. Nos abrazamos y prometimos no volver a la dictadura.

Recuerdo que después de 1989 todo el país fue invadido por un sentimiento de solidaridad, de patriotismo y de propósitos de unidad nacional. Me emociona recordar todo esto y me entristece comprobar que tan bellos propósitos pronto fueron nuevamente olvidados por aquellos dirigentes de base.
Publicado en Ultima Hora, soporte papel, el domingo 19 de junio de 2011.

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